martes, 15 de noviembre de 2011

:chistes de enanos


Ricky Gervais es un cómico especializado en buscar los límites de lo políticamente correcto (menudo revuelo montó en los Globos de Oro con cuatro chistes) y en retratar la vergüenza ajena hasta sus últimas consecuencias. Normalmente se usa a sí mismo para explorar esta vergüenza ajena, en producciones como The Office o Extras.

Life’s Too Short , el nuevo producto de Gervais y Stephen Merchant, su habitual socio, sin embargo, usa otro cuerpo como campo de experimentación: el del menudo actor Warwick Davis. Parece ser que la idea de la serie, un falso documental sobre la vida de Davis como estrella del showbiz enano, surgió cuando el pequeño actor entró en contacto con Gervais y Merchant en un episodio de Extras. El resto es historia.

Habiendo visto sólo el piloto la cosa pinta bien: lo políticamente correcto se lo pasan por el forro desde el primer minuto; al tener a un actor enano pueden hacer chistes de enanos, según esa lógica hipócrita que dice que sólo los negros pueden hacer chistes de negros, o los judíos sobre el holocausto. Otro experto en dar por culo a lo correcto y lo establecido, Larry David, ya demostró en un episodio de la última temporada de Curb Your Enthusiam que hasta es posible hacer chistes sobre la enfermedad de Parkinson… siempre que tengas a Michael J. Fox como estrella invitada.

Además de chistes de enanos, en el piloto de Life’s Too Short, encontramos gracietas sobre el sida, el cáncer y las estrellas de segunda caídas en el olvido. El tono es inmisericorde con todos los personajes, que aparecen ante las cámaras del falso documental como miserables que se autoengañan y justifican continuamente a sí mismos.

Como cima de la vergüenza ajena destaca la secuencia en la que Liam Neeson se prueba a sí mismo como actor cómico, con unos resultados hilarantes. Estas escenas son clásicas en las producciones Gervais/Merchant: uno está deseando que halla un corte y se pase a la siguiente escena, pero la cámara permanece grabando la miseria de los personajes hasta que casi se hace insoportable. Gervais es el Haneke de la vergüenza ajena.

La serie promete muchos cameos, como en Extras, y muchas más caídas en las simas de la bajeza humana. Y ahí estaremos para echarnos unas risas.

martes, 8 de noviembre de 2011

:lo japonés

Tengo un problema con lo japonés. Bueno, no sé si es un problema o todo lo contrario; quizás sea las dos cosas a la vez. Me explico: no entiendo lo japonés (no me refiero al idioma, que tampoco, sino a su cultura, a su idiosincrasia); y como normalmente me siento atraído por lo que no entiendo, el resultado es que me siento atraído por lo japonés, así, en general.

La cultura japonesa es, para mí, como el teatro kabuki, con su estilización, su maquillaje, su hieratismo, su rigidez… me resulta atractivo, pero hermético. Como el cine mudo, parece que me falta algo, una pequeña clave, no ya para entender el artificio, sino simplemente para saber si lo estoy entendiendo o no.

Con un viaje al país del sol naciente (fíjense que forma más elegante e inédita de decir Japón, para no estar repitiendo constantemente Japón) en preparación, me lanzo a todo objeto cultural nipón que se me ponga a tiro. Los manga, los animes y el cine ya los tengo más o menos ubicados, la literatura todavía muy parcialmente. Así que me atreví con La devoción del sospechoso X, de Keigo Higoshino. Está en todos los escaparates y parece una obra de género policíaco; tiene pinta de best seller, y tenía curiosidad por leer un best seller japonés (esto ya no sé si es curiosidad o cierto paternalismo, ustedes juzgarán).

Vamos con la información tipo Wikipedia: el señor Higoshiro es un autor de mucho éxito en su país; además de arrastrar a millones de lectores, al parecer ha ganado los más prestigiosos premios del ramo negro, y algunas de sus novelas han sido adaptadas al cine. Este libro en concreto parece que es su mayor éxito, y con él han decidido comenzar a exportarlo a nuestro país. Vale.

La trama es sencilla y canónica: desde el comienzo sabemos el autor del crimen, luego hay un pequeño salto temporal, y el resto de la novela nos sirve para intentar averiguar lo que se nos ha escamoteado en esa elipsis.

El protagonista es un matemático de mente analítica, y el antagonista (un tal Profesor Galileo, que parece ser es un personaje recurrente en la obra de Higoshino) es un físico que ayuda a la policía en casos difíciles gracias a sus sorprendentes dotes deductivas. Vale: la cosa ya está en marcha y va así: dos mentes privilegiadas frente a frente, un juego de coartadas y de motivaciones, el gato y el ratón. Todo muy desapasionado, muy aséptico. El intríngulis de la trama lo explicita el autor en repetidas ocasiones: las ecuaciones matemáticas P?NP, que consisten en averiguar qué es más sencillo: hallar la respuesta a un problema o comprobar si es cierta la que ha hallado otro. Ésta es la plantilla sobre la que se monta la novela, la hipótesis de trabajo. ¿La solución? Obviamente, para eso se tendrán que leer la novela.

Como en las redacciones del colegio: opinión personal: pues yo pienso de que no está mal; se lee con interés y engancha a poco que uno le ponga ganas. Desconcierta por lo japonés: sigo sin saber si los personajes son hieráticos porque tienen alguna tara afectiva, o es parte de la idiosincrasia nacional. El autor va desenredando la madeja de la trama poco a poco, sin prisa pero sin tiempos muertos ni veleidades estilísticas. Aquí no sobra nada: lo que parecen pasajes de situación, acaban por convertirse en claves del misterio. Apoyándose en las mentes científicas de los antagonistas, la trama se parece más a un rompecabezas que a un noir de sentimientos desatados (aunque también los hay, y son el desencadenante de la acción). Los personajes tienen cierta complejidad (o quizás es que no acabo de entenderlos, perdonen que me ponga pesado), menos el del exmarido, que por motivos evidentes, tiene que resultar repelente desde el primer momento.

Peros: a ver, los tiene, no es una obra maestra. Ya sé que no es culpa del libro, sino de cómo lo publicitan, pero el final no me parece tan sorprendente como lo loan, y no tiene nada que ver (gracias a dios) con Stieg Larson, que me temo que se ha convertido en el estándar con el que medir toda obra de género negro no anglosajona que llegue a nuestras librerías. Peros reales, de la obra: pues me parece un poco inverosímil, un juego de ingenio montado como diversión para el lector, pero sin un anclaje en la realidad.

Recomendable, de todas formas; entretenido. Y ahora perdonen que les deje, pero me voy a leer un libro de Murakami mientras me veo una película del estudio Ghibli y me escucho un disco de Thee Michelle Gun Elephant. Ah, y adelanto con las obras completas de Taniguchi. Me falta tanto para ponerme al día…

Afectuosos saludos: T.